26 de septiembre de 2011

La historia en nuestras manos. Parte IV

Diego Adrián Fernandez - 26 de septiembre de 2011

Detrás quedaron las exposiciones de Roca, San Martín y Belgrano. En esta nueva entrega se considerarán los ideales y las prácticas de uno de los personajes más controversiales de la historia ya que, por un lado, nutrió su vida de compromiso y dedicación a la vida política del país, siendo la educación el ámbito por el cual es profundamente recordado. Y con justicia.

Pero por el otro lado, se contraponen pensamientos que, en la realidad social que hoy nos rodea, pueden ser mal entendidos y tomados como conservadores, poco felices y hasta reprochables. El típico “políticamente incorrecto”. 

Recordado popularmente como el “padre del aula”, Domingo Faustino Sarmiento fue más que un promulgador de políticas que aspiraban a enriquecer la educación en el país. Fue escritor y periodista, en tiempos en que la pluma era una herramienta básica para la expresión de ideales. Fue militar, gobernador y presidente. Una vida más que enriquecedora en experiencias.

Imposible imaginarlo con una sonrisa después de ver desde la primaria su gesto adusto y poco amistoso de los cuadros e ilustraciones, Sarmiento ejerció una activa vida política en momentos de organización nacional tras el cese del conflicto entre unitarios y federales, hasta alcanzar la presidencia, en 1868, hasta 1874.

Nació en la provincia de San Juan el 15 de Febrero de 1811. Aunque sus padres, José Clemente Quiroga Sarmiento y Ana Paula Albarracín, le pusieron como segundo nombre “Valentín”, nadie parecía llamarle así. El nombre “Domingo” se le adjudicó por repetición de conocidos, amigos y familiares.

Amarrado pasionalmente al mundo de la literatura y los saberes desde chico gracias a la influencia de su familia, Sarmiento se rozó con la educación por primera vez en Francisco del Monte, San Luis, donde junto a uno de sus tíos construiría una escuela.
A partir de allí, sea en San Juan o cuando se exilió en Chile, promulgó ideas innovadoras y también críticas, no solo en su materia por excelencia, sino en aspectos generales de las administraciones públicas de los lugares donde se encontraba.

Respecto a sus pensamientos políticos, Sarmiento nació, creció y vivió en carne propia los vaivenes violentos que generaban las disputas entre los bandos federales y unitarios. Algunos desencuentros con la causa Federal inclinaron la balanza de sus pareceres y convicciones al unitarismo. 
 
De esos “encontronazos” fue protagonista Facundo Quiroga, acérrimo rival ideológico a quien, de todos modos, le atribuía ciertas virtudes, que luego se reflejaron en el famoso documento llamado “El Facundo”. 
Facundo Quiroga
 
Justamente, la victoria Federal en su provincia natal fue suficiente como para exiliarse en el país vecino. Allí, trabajando como docente, conoció a María Jesús del Canto, quien fuera alumna suya, con quien tuvo a su única hija natural: Ana Faustina Sarmiento.

A su regreso al país, además de profundizar su labor educativa, creó el periódico “El Zonda”, desde donde profirió avasallantes críticas al Gobierno de Juan Manuel de Rosas, otro de sus enemigos políticos. Esto le valió otra razón para exiliarse nuevamente en Chile.



En tierras trasandinas, escribió en diversas publicaciones, creó la primera entidad educativa para preparar maestros. Y fue gracias al encargo del gobierno Chileno de visitar en misión diplomática Europa y parte de América, que se nutrió de ideales políticos, sociales, y en particular, pudo vivenciar los efectos de diversos sistemas educativos. Como nota de color, tuvo el honor de conocer al General San Martín, ya grande y exiliado en Francia, y entrevistarse con el padre de la Patria.

 

En esas épocas es donde entró a su vida Domingo Fidel Castro. ¿Quién fue esta persona? El tan conocido “Dominguito”. Hijo de un padre muerto, su madre se casó con Sarmiento, quien lo adoptó como propio.
Tal fue el apego con el pequeño que, cuando el muchacho formó parte de la batalla de Curupayti (Durante la guerra de la triple alianza contra el Paraguay) y fue muerto en combate, Sarmiento quedaría devastado. La tumba de su hijo se encuentra en el cementerio de la Recoleta. Allí pasaría muchos ratos Domingo Faustino.

Paradojas de la historia, Domingo Sarmiento fue un hombre que despotricó y defenestró la figura de un personaje que evolucionó como uno de los estandartes de la tradición Argentina: El gaucho.

Familiarizado con la más fina estirpe cultural europea, consideraba al gaucho un ser despreciable por su calidad de pobre, hombre de campo vago y traba al progreso nacional, al igual que catalogaba de esa manera al indio, y al caudillo, este último, un tipo de liderazgo surgido en el interior que él enfrentó y odio, desde el momento que Facundo Quiroga invadió su natal provincia de San Juan.

Estos duros y complejos pensamientos los volcó al papel cuando publicó “Facundo”, y “civilización y barbarie”, donde explicó esta polaridad adjudicándole a la ciudad el más puro sentido de mundo civilizado empapado de cultura y educación de primera línea, y al campo hogar de “salvajes”, que de lo único de seres humanos que poseían era la sangre.

Cuando de política se trataba, Sarmiento no se andaba “con chiquitas”. Se acercó a Urquiza cuando el entrerriano enfrentó al poder central de Rosas, pero no estuvo de acuerdo con el accionar “leve” del caudillo, y termino exiliándose, una vez más.

Tras ser gobernador de su provincia y verla crecer, renunció al no coincidir en implantar el estado de sitio con el Gobierno Nacional, comandado por Bartolomé Mitre, cuando el caudillo Chacho Peñaloza se levantó en armas. De todos modos, a este último persiguió hasta asesinar sin miramientos.

Luego de haber sido senador, ministro de Gobierno de Mitre -  ganador de la batalla de Pavón, que marcó el triunfo porteño contra el federalismo provinciano liderado por Urquiza - y de viajar al exterior en nuevas misiones diplomáticas, ganó las elecciones presidenciales realizadas en Agosto de 1868 (poco claras y transparentes en aquellos tiempos) y el 12 de Octubre asumió la presidencia.

Como presidente inauguró la primera línea telegráfica con Europa (codo a codo con su ministro Dalmasio Velez Sarsfield) y estimuló la construcción de una red de trenes que, más allá de sus intenciones, contaron con las barreras impuestas por las empresas británicas, que pensando en sus intereses de exportación hacia Londres, tendieron las vías en forma de “abanico”, lejos de la interconexión que Sarmiento soñaba.

Tal vez una de las grandes frustraciones del Sarmiento maestro y educador, fue no poder crear un ambiente propicio para albergar a inmigrantes europeos de Inglaterra y Francia, que preferían la prosperidad norteamericana, dándole paso al arribo de españoles e italianos – en mayor medida – para trabajar en los campos, en condición de pobres.

Otros logros puede enumerarse:
Se encargó de la reforma estructural del Puerto, realizó el primer censo nacional, impulsó la fundación de Comisión Nacional de Bibliotecas Populares (CONABIP), y bajo su mandato se hicieron el Colegio Militar y la Escuela Naval.

En el rubro meramente educativo, su gestión sobresalió siempre:
En los años que presidió la república, se crearon La Academia de Ciencias, en Córdoba, La Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas en la Universidad de Córdoba, La Biblioteca Nacional de Maestros y El Observatorio Astronómico de Córdoba.

Simplemente notable.

Una vez finalizado su mandato, paseó en cargos políticos durante la presidencia de Nicolás Avellaneda y el general Julio Argentino Roca, para fallecer en el exilio, en el país vecino de Paraguay, el 11 de septiembre de 1888, fecha la cual 55 años después fue consagrada por la Conferencia Interamericana de educación como Día del maestro.

Actualmente sus restos descansan en una bóveda del histórico Cementerio de la Recoleta, y puede ser visitado. Nunca está de más en refrescar su obra frente al lugar donde reposa por toda la eternidad.

Grandes atributos conjugados con pensamientos tan peligrosos como “políticamente incorrectos”, Domingo Faustino Sarmiento se erigió como uno de los puntales de la historia inicial de Argentina, hecho que lo catapultó a inmortalizarse en el billete de $50.





Monumento a Sarmiento en la Ciudad de San Juan

Carlos Pellegrini, ante su tumba, sintetizó de la mejor manera lo que significó Sarmiento, tanto en lo bueno como en lo malo: “Fue el cerebro más poderoso que haya producido la América".

De ahora en más, solo queda debatir sus miradas a través del tiempo, sin nunca olvidar el contexto en el cual fueron dichas y argumentadas. Un personaje bastante rico como para relegar.



¿Qué opinas vos?




Ver también:
"La historia en nuestras manos": PARTE I, PARTE II, PARTE III