Estudiar y entender el pasado parece una aburrida y tediosa tarea escolar. Pero es mucho más que una mera imposición del programa educativo. Los sucesos del ayer son materia básica para reflexionar sobre lo que fuimos, somos y lo que podríamos ser. Lamentablemente, la historia no es algo que se tenga muy en cuenta, aún cuando la tengamos “en nuestras manos”.
Literalmente, eso sucede varias veces en el día, cientos de ocasiones a la semana, para realizar los más pequeños y circunstanciales intercambios comerciales, o en los mayores gustos que podamos darnos.
Elemento que abre las puertas a la satisfacción materialista del ciudadano – aún en su más sano y coherente sentido -, y objeto de discordia para quienes lo ven como el fin último y máximo.
El billete, un aparente inofensivo pedazo de papel, posee un valor que direcciona y le da forma al modo de vida de toda una población, ya que su posesión en ciertas cantidades tristemente se cataloga como el indicador – y separador - predilecto de las clases sociales y de las oportunidades en un mundo consumista y capitalista.
No obstante, su sentido más estricto no debería impedir analizarlos de un modo más constructivo. Más allá de los efectos decorativos que los dotan de color y vida, los billetes guardan en sus frentes y contrafrentes una referencia a la historia de la nación, un pasado que nunca es inútil revisar.
Hace un par de años, se conoció un proyecto del banco central de proveer a los billetes de nuevos y frescos rostros, en el marco del festejo del bicentenario de la Revolución de Mayo. Por aquel entonces, dicha cuestión podría abrir un rico debate y un revisionismo necesario.
¿Por qué no hacerlo hoy, ahora?
Si se tomara cierta porción de una población, un muestreo heterogéneo que contemplara individuos de todas las edades, resultaría interesante obtener los datos concernientes al conocimiento de cada uno de los personajes que ilustran los billetes que se utilizan a diario.
¿Cuál sería ese resultado?
Aún a riesgo de caer en un mal prejuicio, la derivación de una hipotética encuesta no serían los más agradables. Tristemente es fácil constatar que las figuras nacionales impresas en elementos de tanto uso no gocen de cierta popularidad.
Una breve reseña básica de la vida y obra de quienes seriamente nos ven desde los billetes es interesante de hacer.
La única modificación que podría discutirse es realizar intercambios de rostros de acuerdo a su influencia en la historia del país.
Ejemplo: San Martín, el padre de la patria, se encuentra en el billete de 5 pesos, cuando Roca, un ex presidente que borró a los indígenas del sur y repartió las tierras a discreción entre pocos, cubre el billete de mayor valor. ¿Hay coherencia?
Julio Argentina Roca, nacido el 17 de Julio de 1843 en tierras tucumanas, valió su popularidad para alcanzar el más algo grado en la escalafón política en la lamentable “-“Conquista del desierto”, un perfeccionamiento de la “campaña” organizada por Rosas décadas antes, para hacer desaparecer del mapa definitivamente en 1879 la “supuesta amenaza” del salvaje indio.
No obstante, su primera presidencia (1880-1886) arrojó saldo positivo, a nivel infraestructura y con respecto a lineamientos legales para encausar el camino político, económico y social del país.
Se crea el Banco Hipotecario Nacional, se sancionan los Códigos Penal y de Minería y se dictan las leyes de Registro Civil, de Matrimonios y de Educación, siendo esta última la famosa ley 1.420, que caracterizaba de laica, gratuita y obligatoria la asistencia a los centros educativos, que se expandieron a zonas rurales.
Lamentablemente, no fue un luchador de la pureza política, ya que colocar a su concuñado Miguel Juárez Celman en el poder para mantener desde atrás el control fraudulento del estado fue su más hábil jugada – práctica con la que los argentinos estamos familiarizados -, para luego retomar la presidencia en 1898, tras aguantar el embate del naciente partido Unión Cívica, devenido más tarde en el radicalismo de Leandro Alem, tras la separación con Mitre, que “pactó” con el inteligente Roca.
Pros y contra de una figura que, como todas e independientemente de sus aciertos y errores, conforman la historia nacional.
Pero, ¿son estos méritos para encontrarse, según los billetes nacionales, por encima de San Martín, Belgrano, e inclusive el polémico Sarmiento?
En la próxima publicación, desandaremos los caminos de la vida de cada una de las figuras que eternamente observan al horizonte a través de los billetes y que hoy pasan de mano en mano.
Literalmente, eso sucede varias veces en el día, cientos de ocasiones a la semana, para realizar los más pequeños y circunstanciales intercambios comerciales, o en los mayores gustos que podamos darnos.
Elemento que abre las puertas a la satisfacción materialista del ciudadano – aún en su más sano y coherente sentido -, y objeto de discordia para quienes lo ven como el fin último y máximo.
El billete, un aparente inofensivo pedazo de papel, posee un valor que direcciona y le da forma al modo de vida de toda una población, ya que su posesión en ciertas cantidades tristemente se cataloga como el indicador – y separador - predilecto de las clases sociales y de las oportunidades en un mundo consumista y capitalista.
No obstante, su sentido más estricto no debería impedir analizarlos de un modo más constructivo. Más allá de los efectos decorativos que los dotan de color y vida, los billetes guardan en sus frentes y contrafrentes una referencia a la historia de la nación, un pasado que nunca es inútil revisar.
Hace un par de años, se conoció un proyecto del banco central de proveer a los billetes de nuevos y frescos rostros, en el marco del festejo del bicentenario de la Revolución de Mayo. Por aquel entonces, dicha cuestión podría abrir un rico debate y un revisionismo necesario.
¿Por qué no hacerlo hoy, ahora?
Si se tomara cierta porción de una población, un muestreo heterogéneo que contemplara individuos de todas las edades, resultaría interesante obtener los datos concernientes al conocimiento de cada uno de los personajes que ilustran los billetes que se utilizan a diario.
¿Cuál sería ese resultado?
Aún a riesgo de caer en un mal prejuicio, la derivación de una hipotética encuesta no serían los más agradables. Tristemente es fácil constatar que las figuras nacionales impresas en elementos de tanto uso no gocen de cierta popularidad.
Una breve reseña básica de la vida y obra de quienes seriamente nos ven desde los billetes es interesante de hacer.
La única modificación que podría discutirse es realizar intercambios de rostros de acuerdo a su influencia en la historia del país.
Ejemplo: San Martín, el padre de la patria, se encuentra en el billete de 5 pesos, cuando Roca, un ex presidente que borró a los indígenas del sur y repartió las tierras a discreción entre pocos, cubre el billete de mayor valor. ¿Hay coherencia?
Julio Argentina Roca, nacido el 17 de Julio de 1843 en tierras tucumanas, valió su popularidad para alcanzar el más algo grado en la escalafón política en la lamentable “-“Conquista del desierto”, un perfeccionamiento de la “campaña” organizada por Rosas décadas antes, para hacer desaparecer del mapa definitivamente en 1879 la “supuesta amenaza” del salvaje indio.
No obstante, su primera presidencia (1880-1886) arrojó saldo positivo, a nivel infraestructura y con respecto a lineamientos legales para encausar el camino político, económico y social del país.
Se crea el Banco Hipotecario Nacional, se sancionan los Códigos Penal y de Minería y se dictan las leyes de Registro Civil, de Matrimonios y de Educación, siendo esta última la famosa ley 1.420, que caracterizaba de laica, gratuita y obligatoria la asistencia a los centros educativos, que se expandieron a zonas rurales.
Lamentablemente, no fue un luchador de la pureza política, ya que colocar a su concuñado Miguel Juárez Celman en el poder para mantener desde atrás el control fraudulento del estado fue su más hábil jugada – práctica con la que los argentinos estamos familiarizados -, para luego retomar la presidencia en 1898, tras aguantar el embate del naciente partido Unión Cívica, devenido más tarde en el radicalismo de Leandro Alem, tras la separación con Mitre, que “pactó” con el inteligente Roca.
Pros y contra de una figura que, como todas e independientemente de sus aciertos y errores, conforman la historia nacional.
Pero, ¿son estos méritos para encontrarse, según los billetes nacionales, por encima de San Martín, Belgrano, e inclusive el polémico Sarmiento?
En la próxima publicación, desandaremos los caminos de la vida de cada una de las figuras que eternamente observan al horizonte a través de los billetes y que hoy pasan de mano en mano.