La falta de apego a los símbolos patrios y la ausencia de noción básica acerca de la historia del país es algo común y fácil de percibir en el ciudadano argentino promedio. ¿Hasta que punto esta situación pasa de ser algo insignificante de analizar, a ser una problemática preocupante?
El sentimiento nacionalista en Argentina lamentablemente no se destaca por la defensa comprometida de la esencia sobre la cual se edificó el pasado hasta evolucionar al presente de la república, a nivel social, económico y político.
La carencia de conocimiento, por más pequeño que sea, resulta más dañina para el andar cotidiano de la nación de lo que muchos creen, tanto en adultos como las nuevas generaciones.
El hallarse huérfano de discernimiento coherente y con sentido de la ubicación no implica culpar a las nuevas tendencias – tanto de moda, mediáticas y tecnológicas – de todos los males culturales al que la Argentina se ha mal acostumbrado.
Pero sí es alarmante toparse con la ignorancia de muchos chicos y adolescentes en referencia a cuestiones básicas del mundo sociopolítico que caracteriza al ayer y al hoy del país donde nacieron y viven.
La falta de estímulo desde la escuela, sumada al dinamismo vacío de contenidos que ostentan tanto la televisión como Internet – en contraposición con las enormes ventajas que este último medio confiere – inclinaron gradualmente a la población a encontrar otros canales de descarga emocional con sentido nacionalista.
Uno de los rubros donde se aplica “exageradamente” el amor por los colores es el fútbol.
Sería hipócrita renegar de la pasión que tan amado deporte despierta en los argentinos, y peor aún, es de tontos intentar desviar tal sentimiento hacia mundos que, de seguro, a miles no les interesarán, como la política y la economía.
La objeción a tal situación – como puede ser también en tendencias de moda u otras actividades – es el creer que la bandera y los símbolos patrios – que tristemente muchos desconocen – solo son útiles adornos cuando la selección de x deporte anota un gol o tanto, o cuando algún personaje nacional excede los límites rioplatenses para alcanzar fama mundial, sea del ámbito que sea.
Mientras tanto, las fechas patrias, olvidadas oficialmente, son vulneradas por la perversidad con que el desinterés golpea fuertemente a las figuras que hicieron célebre el nombre Argentina en el globo.
Los años han demostrado la contundente derrota de la férrea educación tradicional por la moderna enseñanza superficial que omite la “carga de contenidos” para los estudiantes. En otras palabras: Mejor liberar de tanto material de lectura a los alumnos.
Aquel eficiente modelo de instrucción, que se centraba en la impartición minuciosa de información del nacimiento, evolución y características de la república, lo cual generaba un compromiso – aún en su mas marcada superficialidad – por parte de los adolescentes que reflejaban el futuro, fue gradualmente reemplazada por un sistema que abogó por el “libertinaje histórico”, es decir, mezclar indiscriminadamente el significado de las fechas, los símbolos y personajes patrios, al punto de alcanzar el desinterés total.
A nivel político también se encuentran responsables directos de esta crisis de sentir patriota y nacional.
Actualmente, la masa popular – entendiéndose a la misma como una unión de las clases sociales – se guía por discursos demagogos, que repetidos en el tiempo como si fueran estereotipos, aunque alternando sus interlocutores, al carecer de originalidad y contenido, impiden cualquier razonamiento coherente, actuando de esta manera como un aliviador de la actividad cerebral.
Entonces la pasión en este caso es llevada de la correa por puras palabras, consiguiendo ninguna reacción, como aquel que arrastra a un pequeño perro adiestrado que no hace más que seguir a su dueño fielmente.
Nadie recuerda el significado del escudo, o de las escarapelas y su origen. En el olvido se sumergen la importancia de próceres ilustres del pasado, ni se memorizan fechas y lugares donde acontecieron sucesos trascendentales para la historia nacional.
No se trata de autoritariamente obligar a jóvenes y adultos a digerir todos los documentos escritos que existan sobre la cuestión.
El sentimiento nacionalista en Argentina lamentablemente no se destaca por la defensa comprometida de la esencia sobre la cual se edificó el pasado hasta evolucionar al presente de la república, a nivel social, económico y político.
La carencia de conocimiento, por más pequeño que sea, resulta más dañina para el andar cotidiano de la nación de lo que muchos creen, tanto en adultos como las nuevas generaciones.
El hallarse huérfano de discernimiento coherente y con sentido de la ubicación no implica culpar a las nuevas tendencias – tanto de moda, mediáticas y tecnológicas – de todos los males culturales al que la Argentina se ha mal acostumbrado.
Pero sí es alarmante toparse con la ignorancia de muchos chicos y adolescentes en referencia a cuestiones básicas del mundo sociopolítico que caracteriza al ayer y al hoy del país donde nacieron y viven.
La falta de estímulo desde la escuela, sumada al dinamismo vacío de contenidos que ostentan tanto la televisión como Internet – en contraposición con las enormes ventajas que este último medio confiere – inclinaron gradualmente a la población a encontrar otros canales de descarga emocional con sentido nacionalista.
Uno de los rubros donde se aplica “exageradamente” el amor por los colores es el fútbol.
Sería hipócrita renegar de la pasión que tan amado deporte despierta en los argentinos, y peor aún, es de tontos intentar desviar tal sentimiento hacia mundos que, de seguro, a miles no les interesarán, como la política y la economía.
La objeción a tal situación – como puede ser también en tendencias de moda u otras actividades – es el creer que la bandera y los símbolos patrios – que tristemente muchos desconocen – solo son útiles adornos cuando la selección de x deporte anota un gol o tanto, o cuando algún personaje nacional excede los límites rioplatenses para alcanzar fama mundial, sea del ámbito que sea.
Mientras tanto, las fechas patrias, olvidadas oficialmente, son vulneradas por la perversidad con que el desinterés golpea fuertemente a las figuras que hicieron célebre el nombre Argentina en el globo.
Los años han demostrado la contundente derrota de la férrea educación tradicional por la moderna enseñanza superficial que omite la “carga de contenidos” para los estudiantes. En otras palabras: Mejor liberar de tanto material de lectura a los alumnos.
Aquel eficiente modelo de instrucción, que se centraba en la impartición minuciosa de información del nacimiento, evolución y características de la república, lo cual generaba un compromiso – aún en su mas marcada superficialidad – por parte de los adolescentes que reflejaban el futuro, fue gradualmente reemplazada por un sistema que abogó por el “libertinaje histórico”, es decir, mezclar indiscriminadamente el significado de las fechas, los símbolos y personajes patrios, al punto de alcanzar el desinterés total.
A nivel político también se encuentran responsables directos de esta crisis de sentir patriota y nacional.
Actualmente, la masa popular – entendiéndose a la misma como una unión de las clases sociales – se guía por discursos demagogos, que repetidos en el tiempo como si fueran estereotipos, aunque alternando sus interlocutores, al carecer de originalidad y contenido, impiden cualquier razonamiento coherente, actuando de esta manera como un aliviador de la actividad cerebral.
Entonces la pasión en este caso es llevada de la correa por puras palabras, consiguiendo ninguna reacción, como aquel que arrastra a un pequeño perro adiestrado que no hace más que seguir a su dueño fielmente.
Nadie recuerda el significado del escudo, o de las escarapelas y su origen. En el olvido se sumergen la importancia de próceres ilustres del pasado, ni se memorizan fechas y lugares donde acontecieron sucesos trascendentales para la historia nacional.
No se trata de autoritariamente obligar a jóvenes y adultos a digerir todos los documentos escritos que existan sobre la cuestión.
La presente “queja” expone en sus palabras la urgente necesidad de inculcar un interés básico por conocer lo que fuimos, lo que somos, y adonde vamos.
La historia no es una materia de la primaria, secundaria. Es la relación del pasado, con la actualidad que al argentino le toca vivir. Y tiene que ver mucho más de lo que miles, millones tal vez, creen. Solo hay que querer leer.