El 25 de Julio la Ciudad de
Buenos Aires y, en especial el barrio de Villa Crespo, saludan y homenajean a uno
de sus más ilustres vecinos, a 21 años de su partida.
Las rosas frescas le regalan un
alegre colorido al busto que decoran el cruce de las avenidas Corrientes,
Scalabrini Ortiz y la calle Luis María Drago. Allí el maestro Don Osvaldo Pugliese observa las
esquinas más características de Villa Crespo, y gracias a una bella maqueta, se
presenta eternamente con su orquesta, aquella que deslumbró a la Ciudad, al
país y a todo el mundo, y que dio la vuelta al globo, para siempre volver a casa.
Una historia de éxitos y reconocimiento
Osvaldo Pedro Pugliese nació el 2
de diciembre de 1905, en el barrio de Villa Crespo. La música sonaba a toda
hora en su casa, se respiraba en cada rincón: su padre Adolfo, más allá del
trabajo en una curtiembre, era flautista y sus hermanos Vicente Salvador y
Alberto Roque también se dedicaban a ese arte a través del violín. Su madre era
obrera textil.
En el Conservatorio Odeón, el
pequeño y joven Osvaldo le sumó técnica a sus dotes, y gracias a maestros como
Antonio D’Agostino, Vicente Scaramuzza y Pedro Rubione, consolidó su relación
con el gran compañero de toda la vida: el piano.
En sus primeros pasos en el
ambiente tanguero porteño, Osvaldo se dio el gusto de compartir escenario con
figuras destacadas: Francisca Cruz Bernardo, mejor conocida como “Paquita” (La
primera mujer bandoneonista del país y también vecino del barrio), Roberto
Firpo, Pedro Maffia, Aníbal Troilo, Alfredo Gobbi.
De todos modos, el objetivo de
Pugliese era formar y encabezar su propia orquesta. Con esa ambición como
horizonte, se desvinculó de Pedro Maffía en 1929, y comenzó a transitar su
camino. El recorrido no fue simple, y entre fracasos económicos, a pesar de la
repercusión en cuanto a su calidad, Osvaldo debió remarla. Finalmente, en 1936
consolidó su sexteto, junto a Alfredo Calabró, Juan Abelardo Fernández y Marcos
Madrigal (bandoneones), Rolando Curzel y Juan Pedro Potenza (violines), Aniceto
Rossi (contrabajo). Tres años después, su orquesta ya estaba consolidada.
Desde su debut en El Nacional, y
más allá de los cambios propios de un grupo musical a través de los años, esta
orquesta lo acompañó durante 55 años.
Pugliese fue innovador respecto
al sistema en que dividía las ganancias entre todos los integrantes del equipo.
Para ser equitativo, adoptó el formato de cooperativa: cada música ganaba en
función de su productividad y aporte a la orquesta.
Su fama lo llevó a recorrer el
mundo. América Latina, Europa y Asia, donde las diferencias culturales no
impidieron que, los japoneses en especial, admiraran su producción, sus formas
y estilos. La idolatría le permitió contar con la ayuda de “amigos nipones” en
otros momentos complicados de su vida.
Osvaldo y su orquesta en Japón |
Cuentan quienes lo conocen, en
especial su viuda, Lydia Elman, que durante los viajes, después de concretada
la gira musical, le gustaba caminar las ciudades, conocer cada lugar, recorrer
los paisajes. Esta filosofía le permitió visitar países donde nunca tocó.
La producción
Sus composiciones ocupan un lugar
especial en el ranking tanguero nacional. Compuso más de 150 piezas, entre
instrumentales y cantados, entre las que se destacan Recuerdo, La Beba,
Negracha, Malandraca y su himno La yumba.
También sobresalen “La beba”,
“Adiós Bardi”, “Recién”, “Barro”, “Una vez” y “El encopao”.
El hito del Colón
La fama y el alcance de su
producción lo depositaron, a sus 80 años, en el escenario más importante del
país: el 26 de diciembre de 1985, Osvaldo y su orquesta tocaron ante un repleto
Teatro Colón para celebrar su octava década de vida y los 46 años – en ese
momento – de actividad ininterrumpida.
Aquella noche, Don Osvaldo, como
si fuese un pequeño, venció su timidez y agradeció a su madre que, cuando al
maestro era “Osvaldito”, lo alentaba a seguir adelante al repetir “al Colón, al
Colón”, como un destino al que indefectiblemente iba a llegar. ¡Y así fue!
Osvaldo y la política
En 1936 se afilió al naciente
Partido Comunista Argentino. Sus ideales políticos le trajeron diversos
inconvenientes con los gobiernos peronistas y con la Revolución Libertadora, la
dictadura cívico-militar que derrocó a Juan Domingo Perón y que gobernó hasta
1958, cuando asumió (de manera democrática) Arturo Frondizi.
Es reconocida la anécdota que
refleja el momento en que Perón, ya de regreso al país tras su largo exilio, en
1973, se acercó al maestro durante un evento festivo popular para pedirle
disculpas por la persecución y la censura sufrida durante sus mandatos, más de
20 años antes. “Gracias por saber perdonar”, cuentan que le dijo.
Pugliese también era un ciudadano
comprometido: En 1935 impulsó el Sindicato Argentino de Músicos del que fue el
afiliado número 5.
Vida íntima
Ya mencionada anteriormente en
esta nota, la viuda de Osvaldo se llama Lydia Elman, quien religiosamente
renueva las flores del monumento en Corrientes y Scalabrini Ortiz, en Villa
Crespo. Su única hija, la famosa “Beba” – su nombre real es Lucela Delma -,
nació producto de su primer matrimonio con María Concepción Florio, en 1936.
El Pugliese “Santo” y los reconocimientos
En el
mundillo musical – y en la calle en general – se suele repetir su nombre tres
veces seguidas, como un pedido de buena fortuna.
Como es lógico de esperar para
una trayectoria tan prolífica, Osvaldo recibió diversas distinciones nacionales
e internacionales. La Ciudad de Buenos Aires lo declaró Ciudadano Ilustre en
1986, y en 1989 la Sociedad Argentina de Autores y Compositores de Música
(SADAIC) y la Asociación de Coleccionistas de Tango descubrieron una placa al
960 de la Avenida Corrientes en conmemoración de los 50 años de su Orquesta. Y
al año siguiente, recibió el título de Académico Honorario de la Academia
Nacional del Tango.
Finalmente, se destacada sus tres
premios Konex: En 1985, en 1995 una mención especial, y en 2005 un
reconocimiento póstumo.
A nivel internacional, el
Gobierno de Cuba le otorgó la medalla Alejo Carpentier, y el Gobierno francés
lo nombró Commandeur de L’Ordre des Arts et Lettres, en 1988.
En el barrio de Villa Crespo, su
barrio, se rebautizó a la estación Malabia del subte B como “Malabia – Osvaldo Pugliese”
en el 2011, gracias a una gran movida de vecinos y admiradores.
La Casa del Tango: El último sueño cumplido
La Casa del Tango, Guardia Vieja
4049 (Amagro), fue una idea y concreción de Osvaldo Pugliese y sus amigos cuya
finalidad era apoyar a los jóvenes en el tango, un lugar para reunirse los
tangueros para aprender, practicar, investigar, experimentar.
La idea la carburó Pugliese en la
década del ’60, cuando en medio de la censura y la prohibición, el trabajo
escaseaba. Luchó por conseguir financiación, un predio y apoyo de las
autoridades. Recién en la década del ’80 obtuvo su lugarcito en Almagro, hasta que
finalmente, durante la Presidencia de Carlos Menem, y de un pedido personal
durante una cena, don Osvaldo vio cumplido su sueño, en 1994. Allí tocó por
última vez en público, el 17 de Junio de 1995.
El 25 de Julio de 1995, Osvaldo
Pugliese falleció a los 89 años. Sus restos fueron velados en el Concejo
Deliberante de la Ciudad, lo que hoy es la Legislatura (Perú 130/60), y
finalmente llevados al Cementerio de la Chacarita, donde descansan en un
imponente mausoleo construido con el aporte reunido por una Comisión formada
por amigos, colegas y admiradores.
Don Osvaldo dejó un legado
musical que trasciende las fronteras del que era, para él, era “el mejor barrio del
mundo”.
Desde Villa Crespo a la Ciudad, y de la Reina del Plata, al mundo. Sus
obras son reconocidas al mismo nivel que su calidez humana.
La estirpe
artística de los Pugliese continuó con su hija, Beba y su nieta, Carla, la
herencia viva de ese estilo que endulza los oídos de los amantes del tango, y
que enorgullece a los vecinos.
¡Salud Maestro!