La primera controversia se presentó formalmente tras publicar las dos primeras partes de esta entrega. Ya analizadas la vida y obra de Roca y San Martín, la primera pregunta se puede formular de la siguiente manera: ¿Están ambos correctamente ubicados en billetes de un valor que simbólicamente equivale a lo que han hecho para la República?
La figura del prócer que adorna el billete de $ 10, y que analizaremos a continuación, también puede ser considerada digna de formar parte de ese debate.
Manuel Belgrano es y será recordado como aquella figura que creó la bandera nacional. Pero detrás de ese logro de gran valor para las turbulentas épocas del 1800, Belgrano realizó labores que lo ubican dentro del podio de las más influyentes personalidades que lucharon por la independencia y la justicia en la naciente república.
Manuel José Joaquín del Corazón de Jesús Belgrano – tal como era su nombre completo – nació el 3 de Junio de 1770, criollo al igual que su madre, María Josefa González Casero, aunque su padre Domingo Peri era de origen italiano.
El hecho de que el padre tuviese éxito como comerciante le permitió enviar a sus hijos a estudiar a Europa. Allí es donde el pequeño Manuel hizo la primera diferencia. Mientras Francisco siguió los pasos de su padre, Manuel eligió la carrera de Derecho.
Graduado y condecorado como abogado, Manuel Belgrano profundizó a lo largo de su vida, y tras esos primeros pasos académicos, su pasión por la lectura y la escritura. Recibió permiso papal – nada mas y nada menos – para poder leer lo que en aquella época la iglesia catalogaba como “prohibido” (Montesquieu y Rousseau, por ejemplo)
Esa apertura mental a diversas fuentes ideológicas le sirvió para comenzar a palpar las concepciones de libertad e igualdad de derechos, economía y buen público. El marco de la Revolución Francesa fue la cereza del postre. Cuando arribo a Buenos Aires, la proyección de lo que podía hacerse en el Río de la Plata estaba más clara.
Solo faltaba lo fundamental. Que se gestaran los primeros movimientos revolucionarios. Sus primeros logros los consiguió cuando oficiaba de Cónsul de comercio.
Bajo su mandato, se crearon la Escuela de Náutica, la Academia de Geometría y Dibujo, la Escuela de Comercio y la de Arquitectura. Lamentablemente esas escuelas luego fueron cerradas por orden de la corona. No obstante, esos obstáculos en el camino, así como también el temprano diagnóstico de enfermedad, no le impidieron a don Manuel luchar por aplicar todo lo que ansiaba.
El fomento a la agricultura – con repartición de tierras para los nativos -, la industria, el comercio y la educación pública fueron baluartes de sus sueños de país.
El uso sabio de la palabra escrita también fue uno de sus puntos más fuertes. Aunque el día del periodista se conmemora el 7 de Junio, fecha en la cual se lanzó el primer número de La Gazeta, creada por Mariano Moreno, don Manuel Belgrano con anterioridad había publicado las páginas del Telégrafo Mercantil.
Más allá de sus saberes económicos y de derecho, durante varios lapsos de los primeros años del siglo XIX tuvo que reemplazar la pluma por la espada. Colaboró con gran valor en el proceso de independencia.
Primero, defendió a la ciudad de Buenos Aires de las invasiones inglesas de 1806 y 1807, a pesar de no haber sido nunca formado en la carrera militar. Pero eso definitivamente nunca le restó iniciativa.
Fue un activo participante de la Revolución de Mayo de 1810. Vocal del Cabildo abierto, su papel en el primer intento de gobierno patrio fue central y vital.
Contribuyó a la causa no solamente con sus ideales y proyectos anteriormente mencionados, sino también con importantes triunfos en el campo de batalla, aún en situación de desventaja en cuanto a equipamiento y capacitación de sus tropas.
Su primer triunfo militar fue en Campichuelo, Paraguay (Ahora se puede tener una mejor idea de donde proviene el nombre de la calle que une el Parque Rivadavia con el Parque Centenario, en la Ciudad de Buenos Aires), aunque luego caería derrotado.
En 1812 marcó profundamente los pergaminos de la historia del país – que todavía no había nacido – A orillas del Río Paraná, en el lugar exacto donde hoy se eleva majestuosamente el monumento a la Bandera, enarboló la bandera celeste y azul, basada en los colores de la escarapela, que a su vez representaban los tonos Borbones.
Como triste dato de color (de color gris, tal vez), la creación de la bandera fue tomada como un acto de rebeldía innecesario por el poder central, residente en Buenos Aires, con marcada influencia de Bernardino Rivadavia, poco amigo de las ideas de libertad.
Otras de sus grandes proezas, tal vez olvidadas por el devenir de la historia, fue lo que se denominó el éxodo del pueblo jujeño. El avance realista y las órdenes del Triunvirato lo obligaron a comandar un acto por demás valeroso: liderar la retirada de los pueblos del norte, con todo lo que pudiesen cargar, para no dejarle nada a los españoles.
Aunque logró interesantes contra ataques, y pudo más tarde avanzar nuevamente hacia el Alto Perú (actual República de Bolivia), la derrota de Tucumán, y posteriormente en Vilcapugio y Ayohuma, lo dejaron sin fuerzas, y muy débil.
Reconocida su labor por nada más y nada menos que José de San Martín, a quien fielmente le legó lo que quedaba de sus tropas, en la recordada Posta de Yatasto, fue contrariamente olvidado por el falso poder central. De todos modos, se le confirió una peligrosa labor: Viajar a Europa a que se le reconozca la independencia al país.
El gran encuentro: Belgrano y San Martín |
Todo terminó el 20 de Junio de 1820 cuando falleció en penumbras, sumido en la pobreza, estamento social al que cayó tras donar para creación de 4 escuelas los 40 mil pesos oro que le otorgó la Asamblea del año 1813 por sendos triunfos en Tucumán y Salta.
¿El dinero? Bien, gracias. Se sumergió en la oleada de la corrupción a través del tiempo, para que su sueño nunca pueda ser cumplido enteramente.
Actualmente, Manuel Belgrano descansa en el patio interno del Convento de Santo Domingo, en la avenida que homenajea al prócer, a pasos de donde había nacido.
El andar de Manuel Belgrano bien merece respeto y reflexión. ¿Se lo reconoce como un héroe? Es válido recordar sus méritos. Si enfocamos lo leído en base a lo que representa en los billetes. ¿Es suficiente homenaje “monetario” el que su rostro se imprima en los billetes de $ 10?
Próximamente, en la cuarta entrega, presentaremos a una más de las figuras que adornan los billetes que, día a día, pasan de mano en mano.
Ver también La historia en nuestras manos. Parte I
Ver también La historia en nuestras manos. Parte II