16 de noviembre de 2011

La decencia en extinción

Diego Adrián Fernandez - 16 de noviembre de 2011

Sabido es que la educación en Argentina vive un proceso de decadencia que atrofia sin piedad la mente de las futuras generaciones, que sin herramientas eficientes saldrán a la calle a rebuscárselas solos en un mundo donde las intensiones del contexto jugarán un papel importante en la formación mental y humana del pequeño o joven.


No obstante este pésimo panorama, la culpa no es solamente del destruido sistema escolar, huérfano del cuidado estatal y del apoyo suficiente como para subsistir bajo básicas normas de infraestructura.

La pérdida de calidad es acompañada por una excesiva vulgaridad en la televisión y las revistas, y peor aún, en la calle, donde miles de chicos intentan jugar en las plazas, reunirse en una esquina, o sencillamente, donde camina con direcciones desconocidas a realizar actividades infinitas.

La corrupción de las imágenes y los sonidos que se perciben por las calles complota contra la decencia que debe servir de pilar para la educación formal e informal de un chico.

Mucho se habla de que actualmente las etapas tradicionales de la vida se han adelantado. Eso forma parte de la evolución y el progreso de una sociedad. ¿Pero a que costo?

¡Nadie pide que todos seamos pulcros de alma y nos purifiquemos confesando nuestros pecados! ¡Nadie pide que salgamos a las calles obviando lo que acontece a nuestro alrededor!

El tema no tiene que ser banalmente llevado a ningún extremo. Acá se intenta hablar de respeto al entorno, a la autoridad y a los límites. NO miedo. SI respeto.

La tensión de la impaciencia, la dinámica de las calles donde se vive aceleradamente y el lenguaje desubicado esta al alcance de la vista, los oídos y las manos.

La grosera exposición de mujeres ligeras de ropa, además de rebajar el papel de la mujer como género, educa de muy mala manera a los chicos que a temprana edad querrán experimentar o analizar bajo un sentido crítico poco formado, que es lo que ven, y que significa.

Lo más preocupante dentro de este cuadro es la falta total de decencia, ubicación y responsabilidad. Sin discriminación de horarios ni zonas, el ofrecimiento de trabajo sexual en las calles, fomentado por adultos perversos y policías inmersos en tal suciedad, se puede topar tranquilamente con ojos adolescentes.

Las “paradas” copadas por mujeres o transvestidos que alquilan su cuerpo al mejor postor es una actividad que debería estar debidamente regulada. No se trata de ‘dejar sin laburo’, ni de apuntar a dicha actividad. Se trata de controlarla, tal y como debe hacerse con cualquier oficio.

Pero no es solamente eso, ya que la actividad mencionada es, como se dice tradicionalmente, tan antigua como el hombre. La cuestión radica en que, en estos tiempos, todo se halla excesivamente expuesto.

Pero la cultura política de nuestro país se caracteriza por el conflicto constante de intereses y poca voluntad al cambio o la adecuación a las situaciones por parte de la comunidad, de la sociedad. Siempre “el otro debe cambiar”.

Entonces en el mundo de “viva la pepa”, los límites son impuestos con poca severidad, y las cuestiones realmente importantes son atendidas con alevosa superficialidad y desinterés. La primera de ellas: la educación.

La televisión y revistas ya inundaron con demasiado material vulgar el rubro audiovisual y gráfica. Y las calles han sido copadas por el egoísmo y la diversión mediocre.

¿El resguardo y contención?

En las escuelas, donde los chicos aprenden el valor de la huelga y el paro – por más justificado que sea un reclamo, el paro no es el camino – y hacen uso de todo tipo de herramientas, como sean celulares o cámaras, para distraer y alejar la mente y los esfuerzos del más poderoso material para el conocimiento: la palabra escrita.

¿El hogar? Las familias “tipo” son cada vez más escasas, y muchas veces los hijos en desarrollo deben convivir con parejas separadas o muy jóvenes, cuyos tiempos se ocupan en trabajar, o peor aún, en “vagar” por ahí.

No siempre es una regla irrefutable, pero si una tendencia que consecuentemente genera influencias negativas en el futuro adulto, que falto de límites y de un marco cálido para el desarrollo, percibirá estímulos dinámicos, fáciles, que escapan a cualquier trabajo mental y físico sano.

¿Qué se puede esperar? Lo que ya se ve hace tiempo. La falta total de apego a las normas y leyes de convivencia, y al creer que, por ser más ‘canchero’ o ‘vivo’, todo puede hacerse, con un poco de cintura y picardía.

Todo suma en este mundo donde la decencia va perdiendo un lugar que debiera ser privilegiado, para darle paso definitivamente a una sociedad que desatiende cuestiones humanas básicas.

El refugio de los chicos y adolescentes hoy no es la familia, sino la computadora, la televisión, los celulares y los jueguitos de video. ¡Ningún elemento es malo, salvo en el exceso!

Actualmente hay un exceso: el de la indecencia.